Para poder acercarnos a definir sobre qué trabajamos las restauradoras/es, es necesario tener una idea clara de la materia sobre la que se ha sustentado la grafía del pensamiento, de las ideas, de las investigaciones, de los estudios. Y no me refiero a la materia intelectual que genera la necesidad de escribir, sino a la materia física donde reflejamos aquello que queremos que perdure.

María Moliner en su Diccionario de uso del Español, re impresionado  en el año 1988 nos explica  su 1 acepción: materia. (Del lat. «materia»; v.: «MADERA» (La materia se expresa en general con «ser de»…)

Creo que entrados en este siglo XXI poco deberíamos tener que explicar  pero cuando tenemos un libro en las manos nos olvidamos que existe otra materia que no es el papel que sustenta la grafía. Y también nos olvidamos que el papel sustenta la grafía pero no solo la escrita, y que la grafía representada no es solo escritura.

Si hay que decir que lo común en nuestra profesión es trabajar sobre el papel, pero siempre teniendo en cuenta que el papel es un invento que tiene casi dos mil años, descubierto por primera vez por Ts`ai Lun en China (aquí la bibliografía es amplísima). Anteriormente, el papiro y el pergamino son la materia por excelencia del soporte grafico tanto escrito como dibujado, el primero producido comercializado y utilizado casi en exclusiva en el antiguo Egipto, mientras que el pergamino utilizado como soporte durante la Antigüedad y Edad Media en Europa.

De estos tres grupos de soporte papiro/pergamino/papel el más común por la evolución cultural Europea es el papel y es sobre el que se trabaja. No hemos de olvidar que antes de la introducción del papel en América, el gran soporte de su expresión gráfica fue el amatl o amate, fabricado con fibras vegetales muy largas que provenían de cortezas y/o arboles endémicos

Soporte de amatl contemporáneo con dibujo manual no seriado. V.O.J.

El trabajo de restauración sobre pergamino en la actualidad es poco común y los tratamientos difieren bastantes a los del soporte celulósico, ya que al ser una materia proteica sus caracteres tienen que ser estudiados de manera diferente. Se tratan generalmente de grandes tomos de libros de música, como los cantorales, de bulas y otros documentos lacrados, ya que donde nos encontramos el pergamino es en las cubiertas como en las conocidas encuadernaciones monásticas. La trasmisión del conocimiento a este soporte en un principio se realizaba de forma manuscrita pero también de manera impresa, con la diversidad de pigmentos y tintes que cada obra necesitara.

Es difícil la clasificación del trabajo que se realiza sobre papel, ya que la composición de este difiere muchísimo por su fabricación, por lo cual podríamos realizar una clasificación en base  a la información que estos contienen, (que tampoco es sencilla) siendo los primeros a mencionar  los manuscritos, con diversidades codicológicas bastante complejas, que llegan hasta nuestra época, producidos por muy variables tintas.

Dentro de los manuscritos son susceptibles de nuestra atención, no solo las producciones alfanuméricas, si no que podría entrar en esta denominación la producción artística, con dibujos y planos, producidos por lápices, grafitos, carbones, sepias, pasteles, ceras, acuarelas, guaches, acrílicos, anilinas y demás materias tintóreas.

Tras la aparición de ese gran invento de reproducción de letras de manera casi industrial, la imprenta, podemos abrir otra clasificación de las obras a conservar y restaurar como es el conjunto también muy variado de los impresos, donde según avanzamos desde el siglo XV y tras las diferentes revoluciones europeas podemos añadir a los libros de todo tipo y tintas, panfletos y demás producción de periódicos, revistas, etc. Con diferentes sistemas de impresión utilizando desde la madera (técnicas xilográficas) a la piedra (técnicas litográficas) y a los metales (técnicas calcográficas). Difiriendo esta producción a su vez de manual y/o mecánica.

Ya situada temporalmente más cercana a nuestra época, he de decir que además de que todo se globaliza, desde principios del XIX la expresión gráfica no tiene freno evolutivo, por lo cual encontramos tal variedad de documentación  en el material de archivo y biblioteca, que se nos hace imposible trabajar sin el soporte, ayuda y apoya del personal de estas entidades para la clasificación correcta de la documentación. Que ayuda a verificar tipológicamente las características que la restauradoras/res podemos discernir y confirmar por pruebas físico-químicas para nuestro trabajo.

Ya que sin la identificación exacta del material sobre el que se va a trabajar es imposible e inviable realizar un diagnóstico tanto para su preservación, conservación y/o restauración.

Así el siglo XX y XXI ya nos inunda con grabados, sellos y carteles, material fotográfico, fonográfico, fílmico y por ultimo informático. Haciendo por ello que la profesión de las personas que se dedican a la restauración se tenga que diversificar, a la vez que especializar más profundamente según las capacidades adquiridas y experiencias personales, laborales y académicas.

Como ejemplo más notorio y contemporáneo sería la especialización autónoma con reconocimiento oficial del tratamiento de la documentación fílmica, con la creación en España por parte del Ministerio de Cultura y Deporte del Centro de Conservación y Restauración de la Filmoteca Española:  http://www.culturaydeporte.gob.es/giec/obras/concluidas/otros/filmotecamadrid.html

La diversidad de materia une y reúne (en oxímoron) la conservación-restauración en torno al conocimiento.

 

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