No es exagerado afirmar que nuestros niños y jóvenes han formulado en algún momento preguntas del tipo “¿Qué hacíais en vuestra época sin móvil y redes sociales?”. Explicar a quienes vivieron hace cien años que llegaría un día en que cada persona dispondría de un pequeño teléfono personal que le permitiría hablar con quien quisiera, en cualquier momento y desde cualquier parte del mundo sin necesidad de centralitas y operadoras podría resultar tan extraño y complejo como enseñar a las generaciones de hoy en día lo que fue y la trascendencia que tuvo la correspondencia postal, a pesar de que, hasta tiempos muy recientes, ha sustentado las relaciones entre personas e instituciones, ya fuera para temas personales, ya fuera para cuestiones laborales o de otra índole.

Si bien no cabe duda de que las cartas ocupan la primera posición en este tipo de comunicación, sería erróneo -a la vez que injusto- no dar su sitio a las postales, a quienes en ocasiones se considera la “hermana pequeña” de la correspondencia, a pesar de que jugaron durante mucho tiempo un papel más que relevante en el ámbito de la comunicación personal.

La Colección Postales de Madrid del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid contribuye a restituir el valor y mostrar el importante papel que desempeñaron las postales en nuestro país desde que surgieron a mediados del siglo XIX en toda Europa. Formada por 1.110 postales fechadas desde finales de ese siglo hasta, más o menos, los años 60 del siglo XX, esta colección ingresa en el archivo tras su compra en el año 2005, procedimiento habitual gracias al cual se intenta acrecentar el Patrimonio Documental madrileño mediante la recuperación de documentos, fondos y colecciones de relevante interés para el mismo.

La caída de la hoja en El Retiro. J. Laurent. 1898.  ARCM, signatura 228.

La caída de la hoja en El Retiro. J. Laurent (reverso). 1898. ARCM, signatura 228.

Quienes se acercan a ella por vez primera, conocen a través de las postales que la integran cuatro aspectos que, al principio, les sorprende y después les cautiva, siendo el primero de ellos el descubrir que, aunque no todas están fechadas ni siempre muestran su autoría, buena parte de las mismas fueron realizadas por los establecimientos fotográficos más importantes del momento, por lo que bien puede decirse que estas postales –la mayoría de ellas en blanco y negro- caminan de forma paralela al desarrollo y evolución que experimenta la fotografía desde que su uso comienza a generalizarse a finales del siglo XIX. De este modo, gracias a esta colección es posible conocer y admirar la obra de Hauser y Menet, establecimiento creado en Madrid en 1890 por los fotógrafos suizos Oscar Hauser y Adolfo Menet; Jean Laurent, famoso fotógrafo francés afincado en Madrid desde 1843; o J. Lacoste.

Puerta del Sol y sello de J. Lacoste. [1906-1914]. ARCM, signatura 859.

El asombro inicial que causa conocer la categoría de los autores de gran parte de estas postales prepara al espectador para entender en toda su extensión el segundo de los rasgos que las caracterizan, pues su amplitud cronológica las convierte en perfectos testimonios visuales e históricos de la transformación que convirtió el Madrid del siglo XIX en la ciudad del siglo XX. Por este motivo, esta colección no sólo permite conocer lugares y edificios ya desaparecidos que, en su momento, tuvieron una gran relevancia en la vida de la ciudad y su Región, sino también otros que, aun existiendo hoy día, realizan funciones diferentes o muestran un aspecto distinto del que se reflejó en el momento en que se captaron esas imágenes, lo que, a pesar de la aparente contradicción que pudiera suponer, complementa y amplía la visión de quien las observa.

Fachada principal del Balneario de El Molar. [1901].  ARCM, signatura 90.

Esto permite realizar un paseo lento y delicioso por lugares como Parisiana, famoso club de ocio y recreo de las clases más pudientes de principios del siglo XX que quedó destruido durante la Guerra Civil al ubicarse en las cercanías del faro de Moncloa, frente de guerra durante la contienda. También por el Teatro Chico de la Ciudad Lineal, que, con su escenario al aire libre, formó parte del Parque de Diversiones creado en los primeros años del siglo XX por la Sociedad de Espectáculos de Ciudad Lineal. Y por la Iglesia de San Luis de la calle Montera, cercana a ese cruce de calles cuya denominación popular –Red de San Luis- posiblemente aún recuerden los madrileños más mayores. O por la Casa de Fieras del Parque de El Retiro, apelativo que evoca de forma casi inmediata al zoológico que se ubicó en este parque hasta los años 70 del siglo XX. O por el bulevar de la calle Alberto Aguilera que se prolongaba por las calles Carranza, Sagasta y Génova, cuyo recuerdo colectivo hace que muchos madrileños sigan llamando a esta zona “Los bulevares” a pesar de que hace tiempo que desaparecieron. O por el Balneario de la Fuente de El Toro del municipio de El Molar, que dejó de funcionar tras la Guerra Civil y de cuyas aguas curativas disfrutaron gentes de todas partes y condición social.

Mostrar lugares, edificios y monumentos era, y sigue siendo, lo habitual en las postales y, posiblemente, uno de los atractivos que explican la rápida y gran acogida que tuvieron entre el público. Pero esta colección tiene un tercer elemento que le confiere un valor añadido, como es que sus postales muestran hechos históricos, oficios y costumbres de cada época, algo que llama poderosamente la atención casi desde el primer instante en que se observan por tratarse de temas que hoy en día quizá no se mostrarían por no coincidir con la visión y gustos actuales. Sin embargo, gracias a esa forma de entender las postales desde un punto de vista socioeducativo, hoy se puede disfrutar de unos testimonios imprescindibles para conocer acontecimientos de nuestro pasado y, sobre todo, una forma y un modo de vida que ya han desaparecido.

Escuela de mecánicos de aviación. Piezas rotas. [1926].  ARCM, signatura 152.

Son muchos los ejemplos de este tipo que se pueden encontrar en esta colección, desde el instante posterior al estallido de la bomba en la calle Mayor de Madrid al paso del cortejo nupcial de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg en el que todavía se aprecia el humo provocado por la detonación a la puesta de la primera piedra de la construcción del monumento a Alfonso XII en el Parque de El Retiro, pasando por los lavaderos de la ribera del Manzanares, la salida de los obreros de la fábrica de la compañía de ferrocarriles MZA, los soldados del Cuartel de San Gil dando de beber a los caballos, las canteras de Colmenar Viejo, el castañero, los podadores de árboles, una partida de cartas a la puerta de una casa de vinos o una vaquería en la calle Ramón de la Cruz en la que se puede ver al vaquero, una vaca y dos terneritos.

Cuartel de San Gil. Dando de beber a los caballos. [Sin fecha].  ARCM, signatura 140.

Queda un cuarto y último elemento con el que se termina de definir esta colección y, sobre todo, de resaltar su relevancia, como es el que buena parte de ellas son postales circuladas, es decir, están escritas y enviadas, lo que las convierte en una fuente de información irremplazable para conocer la forma de redactar de cada época, la caligrafía de cada persona, el idioma en que se escriben (hay algunas en francés), el nivel educativo y cultural de los interlocutores, los destinos a los que se envían y, por qué no, hasta los sellos y matasellos empleados en distintos momentos y la parte de la postal en que se escribía (anverso y/o reverso).

Reverso escrito de postal con vista de la calle Alcalá. [1919]. ARCM, signatura 4.

La postal fue un medio de comunicación muy rápido y más barato que la carta, lo que explica por qué fue utilizada por personas de todos los niveles socioeconómicos para transmitir a familiares y amigos mensajes rápidos, algo que, con el tiempo, será sustituido por el teléfono (muchas veces a cobro revertido) y, salvando las distancias, por los mensajes de redes sociales. La lectura detenida de los mensajes que se conservan en esta colección ofrecen a quienes la consulten la posibilidad de abrir una puerta a la parte más personal de aquellos que los escribieron, personas que venían a Madrid procedentes de otros puntos del país o turistas que pasaban por España, todos los cuales escribieron “cuatro letras” para decir que habían llegado bien a su destino, se encontraban bien de salud, les gustaba todo aquello que estaban viendo y conociendo en su viaje, contaban su vida en la ciudad y cómo les iba en el trabajo, preguntaban por sus allegados o expresaban sus mejores deseos para quienes estaban lejos, accediendo así a una intimidad que difícilmente se puede realizar en otro tipo de documento.

Lavaderos del Manzanares. [Sin fecha]. ARCM, signatura 943.

El valor y riqueza de las postales de esta colección reside en que, a pesar su heterogeneidad en cuanto a autoría, procedencia y destinatarios, resultan esenciales para quienes deseen conocer no sólo la evolución de Madrid y su Región desde diferentes perspectivas –urbanismo, arquitectura, medios de transporte, usos y costumbres, moda- sino, especialmente, para quienes quieran “comunicarse” con las personas que hay detrás de cada una de ellas, acceder a una pequeñísima parte de su vida privada y conocer de esa forma sus sentimientos y pensamientos más personales. Todo ello hace de esta colección una parada obligatoria dentro de los fondos del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.

DATOS DE LOS DOCUMENTOS

Colección Postales de Madrid, Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, signaturas 4, 90, 140, 152, 228, 431, 859 y 943.

Para saber más, puedes visitar:
http://www.madrid.org/archivos_atom/index.php/postales-de-madrid-3.
http://www.madrid.org/archivos/images/EXPOSICIONES_VIRTUALES/POSTALES/POSTALES.pdf.

Imagen de cabecera: Stand de la fábrica de cervezas “El Águila” en la Exposición de Industrias Madrileñas. 1907. ARCM, signatura 431.

Mª Nieves Sobrino García

Mª Nieves Sobrino García

Directora del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

Licenciada en Historia y Magister Universitario en Archivística por la Universidad Complutense de Madrid, accedió al Cuerpo de Facultativos de Archivos de la Comunidad de Madrid en 1995, administración en la que ha ocupado diversos cargos durante 25 años de trayectoria que le han dado una amplia experiencia profesional en el campo de la archivística.

Artículo editado por: Inmaculada López

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