Un contenedor de obras en el municipio de Griñón. Un conjunto de documentos de los siglos XVII a XIX abandonados en él. Un trabajador que recoge parte de esos documentos y los entrega al Ayuntamiento de Móstoles coincidiendo con la preparación del bicentenario de la Constitución de 1812. Un traslado de dichos documentos al Archivo Regional de la Comunidad de Madrid para su conservación en este centro en aplicación de la normativa de patrimonio histórico.
Éste es el telón de fondo –casual y, por qué no decirlo, también algo rocambolesco- en el que se enmarca el hallazgo entre esos documentos abandonados del llamado Manuscrito de Móstoles, conjunto de documentos a través de los cuales su autor describe las actuaciones que dieron lugar a la convocatoria y constitución de las Cortes de Cádiz en septiembre de 1810 mientras se desarrollaba la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas.
Se trata de un Manuscrito interesante por diversas razones, que está formado por varios documentos que se complementan entre sí a modo de capítulos de un libro, reunidos todos ellos en una carpetilla cuyo título –“Colección de los antecedentes de las Cortes generales y extraordinarias”- resulta, por sí solo, una declaración de intenciones de la relevancia y finalidad que persigue esta obra, la cual, como su autor explica en el prólogo de la misma, “puede considerarse como un preliminar del Diario de Cortes y una justificación de ellas y del modo de celebrar sus sesiones”.
Es, sin duda, el texto principal de este Manuscrito el que ofrece una visión general de su importancia al describir con detalle, en el marco de una narración que finaliza bruscamente, sin anuncio de su fin ni conclusión final, las actuaciones que, desde mayo de 1808, permitieron convocar y constituir las Cortes de Cádiz. Esto, unido al hecho de que todo el conjunto documental esté redactado a modo de borrador, permite concluir que el Manuscrito está incompleto y sin terminar, ya que el autor incluye en su relato tachones, correcciones, anotaciones marginales y llamadas a textos escritos en hojas sueltas para su inserción posterior en el cuerpo principal del documento, lo que hace pensar que se trata de un escrito en fase de elaboración cuyo destino final bien pudiera haber sido su publicación impresa. Eso explicaría también que el Manuscrito se inicie con la frase “Al lect” tachada, indicio quizá de que el autor se estaba dirigiendo al público anónimo y colectivo que leería su obra.
Tan importante como la descripción cronológica de los acontecimientos que se exponen en el texto principal, lo es el que esos hechos se apoyen en diferentes escritos de carácter normativo, prueba del interés que tiene el autor de otorgar a su exposición una justificación jurídica. Mientras que en unos casos el redactor opta por transcribir entre comillas parte de esos textos, en otros su narración remite mediante notas a unos anexos en los que es posible consultar una extraordinaria colección de veinticuatro documentos normativos fechados entre junio de 1809 y septiembre de 1810 que acreditan legalmente las actuaciones narradas en el texto principal. Se trata de copias o traslados de época, manuscritos e impresos, numerados por mano del autor, algunos de los cuales –a semejanza del resto de documentos- presentan tachaduras y anotaciones realizadas por éste.
La lectura de todo el conjunto documental (carpetilla, prólogo, texto principal y documentos normativos) lleva a plantearse tres preguntas clave –cuándo, quién y por qué se redactó este Manuscrito-, que sólo obtienen respuesta tras analizar las miguitas de pan que, a modo de piezas de un puzle, ofrecen cada uno de los documentos que lo componen.
Tan sólo uno de ellos, el prólogo, está fechado, lo que permite situar a su autor en la ciudad de Cádiz el 26 de enero de 1813 en el momento de redactarlo, pero no afirmar, ni siquiera conjeturar, si este prólogo se escribe antes o después que el resto de documentos que conforman el conjunto, ya que en ninguno de ellos aparece una fecha que permita datarlo. Lejos de ser esto un inconveniente, esta única fecha se revela como un dato de gran valor para poder responder a la segunda de las incógnitas que plantea este Manuscrito, quién lo escribió.
Se trata de una cuestión de gran complejidad por cuanto que ninguno de los documentos tiene firma o rúbrica y en ninguno de ellos se alude a la autoría de los mismos, por lo que el único indicio del que se dispone para tratar de averiguar la identidad del autor del Manuscrito es la frase “Al Padre Maestro Fray Jaime Villanueva”. Esta expresión corta, escueta y sin aparente valor, que figura en un sobre reutilizado que contiene un pequeño texto que debe insertarse en la narración principal del documento, se convierte en el punto de partida de un riguroso estudio de investigación histórico y caligráfico.
De este modo, tras estudiar la vida y obra de este fraile dominico con una importante labor literaria a sus espaldas y, sobre todo, tras comparar la letra del Manuscrito con la letra de otros documentos de autoría claramente atribuida a este religioso que se conservan en otros archivos, se llega a la firme conclusión de que Fray Jaime Villanueva pudo ser el autor material de este documento, ya que, a las pruebas evidentes que aporta su caligrafía, se añade el hecho de que desde noviembre de 1810 hasta junio de 1813 ocupa el cargo de redactor del Diario de las Cortes de Cádiz, por lo que se encontraba en esta ciudad en la fecha en que se escribe el prólogo del Manuscrito.
Es este trabajo como redactor del Diario de Cortes lo que, a su vez, permite construir una sólida hipótesis que resuelve el último de los interrogantes que plantea este conjunto documental, por qué se escribió. Nadie mejor que alguien que desempeñó la labor de redactar y recoger las actuaciones de las Cortes de Cádiz para escribir una obra cuyo propósito, tal como se recoge a lo largo del propio Manuscrito, es reunir los antecedentes de las Cortes extraordinarias, desconocidos para el público en general y que parece estaban dispersos y con riesgo de desaparecer; resaltar la importancia de la celebración de unas Cortes extraordinarias en un momento de crisis nacional, con el país invadido por tropas extrajeras y el monarca prisionero en Francia; mostrar las dificultades que hubo que superar para que pudieran celebrarse; y, sobre todo, probar la legitimidad de estas Cortes, cuestionada por algunos en un momento en que el final de la guerra y el regreso de Fernando VII se ven ya muy cercanos y empiezan a desacreditarlas “como ilegales, y tumultuarias, por la calidad de los diputados que las compusieron desde el principio, y por la forma de sus votaciones, y por haberse atrevido a publicar una nueva constitución y a dar varios decretos de reforma, que no estaban en sus atribuciones ni fueron el objeto de su congregación”.
El Manuscrito de Móstoles es una de las cincuenta y nueve unidades documentales que se encontraron abandonadas en un contenedor de obras de Griñón. La mayor parte de estos documentos –organizados en siete carpetas identificadas con letras de la A a la G- son borradores o copias simples de época, escritos en papel de época también, desconociéndose quién pudo realizarlos, en qué fecha, con qué finalidad y, especialmente, quién y con qué intención se recopilaron o por qué motivo fueron abandonados en la calle.
El contenido de estos documentos hace referencia a diversos acontecimientos de la historia de España desde finales del siglo XVII al primer tercio del siglo XIX y presentan dos rasgos destacados. El primero es que muchos de ellos reflejan un gran interés por los ejércitos: sus actuaciones, su intendencia, el estado de las tropas, las actuaciones de militares destacados o sucesos acaecidos durante la Guerra de Sucesión, la Guerra de la Independencia y la Primera Guerra Carlista. El segundo es que los documentos de tres de las siete carpetas en que se organiza este conjunto documental tienen relación directa o van dirigidos a Francisco de Laborda y Pleyler, destacado militar de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, razón por la que este conjunto de documentos sin aparente nexo orgánico-funcional entre sí toma el nombre de Colección Francisco de Laborda.
Son muchos los interrogantes que rodean a esta Colección en general y al Manuscrito de Móstoles en particular, pero al margen de estas incógnitas, lo cierto es que el Manuscrito es hoy por hoy un singular y relevante documento cuya consulta resulta imprescindible para todos aquellos que deseen conocer el origen y punto de partida de uno de los períodos constituyentes más importantes, si no el que más, de nuestra historia contemporánea.
DATOS DEL DOCUMENTO
Colección Francisco de Laborda
Signatura 75723
Archivo Regional de la Comunidad de Madrid
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Artículo facilitado por: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid