El desarrollo de las comunicaciones en formato audiovisual ha sido tan complejo como variado. Como resultado, existen algunos tipos de soporten que, si bien fueron muy exitosos en el pasado, hoy han quedado relegados al olvido. En el artículo de hoy queremos recuperar y dar a conocer uno de estos soportes: las tarjetas postales sonoras.

Las primeras referencias a este tipo de postales son del año 1903. Se trataba de unas postales que llevaban pegadas unos pequeños discos. Además, se hacía un agujero en ambos materiales, de manera que quedasen fijados en un reproductor. En un principio se usaba la goma laca, pero debido a su fragilidad, se sustituyó por materiales como el plástico o el celuloide.

La popularización y abaratamiento de costes del gramófono hizo posible que cualquier persona pudiera comprar y reproducir este tipo de postales. Se hicieron especialmente populares durante la Segunda Guerra Mundial, ya que muchos soldados las usaron para poder mandar mensajes de voz a sus familias, exactamente igual que los Whatsapp actuales

A finales de los años 60, con la aparición del casete, este tipo de soportes empezaron a desaparecer. Si bien Estados Unidos fue el país donde más se popularizaron las tarjetas postales sonoras, en España también se comercializaron. Las características técnicas de este tipo de grabaciones –un cartón con una imagen litográfica unido a un plástico del soporte sonoro- hicieron que se deteriorasen con gran facilidad; aun así, gracias a la Ley de Depósito legal de 1958, la Biblioteca Nacional de España conserva 44 tarjetas postales sonoras, como la que mostramos en este artículo. Se trata de una grabación de “Agua, azucarillos y aguardiente” de Federico Chueca, del año 1959, en la que se muestra una fotografía a color de la ciudad de Madrid.

Zuriñe Piña Landaburu

Zuriñe Piña Landaburu

Editora de contenidos, Archivoz Magazine

Doctora en Ciencias de la Documentación, bibliotecaria e investigadora.
Doctora en Ciencias de la Documentación por la Universidad Complutense de Madrid, donde también obtuvo el Grado en Información y Documentación y el Máster en Gestión de la Documentación, Bibliotecas y Archivos. El título de su tesis doctoral es “Ontología de la Guerra civil española”. Actualmente trabaja como técnico auxiliar de biblioteca en la Biblioteca Nacional de España en el salón María Moliner. 

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